martes, 14 de abril de 2009
martes, 13 de marzo de 2007
Sobre la naturaleza humana y los malos y buenos tiempos
Es importante ver la calamidad actual desde una perspectiva real. La guerra crea una situación que no es nueva en absoluto: simplemente agrava la situación permanente de los seres humanos, que no podemos seguir ignorando.
La vida de las personas siempre ha transcurido al borde del precipicio.
La cultura humana siempre vivió bajo la sombra de algo infinitamente más grande que ella misma. Si los hombres hubieran pospuesto la búsqueda del conocimiento y la belleza hasta que estuvieran seguros, esa búsqueda jamás habría sucedido .
Es un error comparar el presente con "la vida normal".
La vida jamás ha sido normal. Aún en los períodos en que nos parecía estar tranquilos, como en el siglo XIX, si los miramos con detenimiento encontraremos que estuvieron llenos de crisis, alarmas, dificultades, emergencias.
Siempre existieron razones plausibles para dejar de hacer cosas o de construir cultura "hasta que el inminente peligro pase" o "hasta que se haga justicia"
Pero la humanidad, desde tiempos inmemoriales, no le hio caso a las razones plausibles. Quiso tener conocimiento y belleza ahora mismo, y no se puso a esperar que llegara el momento adecuado.
La Atenas de Pericles nos legó no sólo el Partenón sino también la Oración Fúnebre.
Los insectos han elegido un modo de trabajo lineal y previsible: primero buscan el beneficio material y la seguridad, y luego es de presumir que disfrutan de su premio.
El ser humano es diferente. Desarrolla teoremas matemáticos en ciudades sitiadas, produce argumentos metafísicos en celdas de condena perpetua, escribe bromas en mortajas, discute el último poema mientras avanza sobre las puertas de Quebec y enrula su cabello en las Termópilas.
Esto no es una excepción: es nuestra naturaleza.
—C.S. Lewis, sermón predicado en la Iglesia de St. Mary the Virgin en Oxford,
Septiembre de 1939
La vida de las personas siempre ha transcurido al borde del precipicio.
La cultura humana siempre vivió bajo la sombra de algo infinitamente más grande que ella misma. Si los hombres hubieran pospuesto la búsqueda del conocimiento y la belleza hasta que estuvieran seguros, esa búsqueda jamás habría sucedido .
Es un error comparar el presente con "la vida normal".
La vida jamás ha sido normal. Aún en los períodos en que nos parecía estar tranquilos, como en el siglo XIX, si los miramos con detenimiento encontraremos que estuvieron llenos de crisis, alarmas, dificultades, emergencias.
Siempre existieron razones plausibles para dejar de hacer cosas o de construir cultura "hasta que el inminente peligro pase" o "hasta que se haga justicia"
Pero la humanidad, desde tiempos inmemoriales, no le hio caso a las razones plausibles. Quiso tener conocimiento y belleza ahora mismo, y no se puso a esperar que llegara el momento adecuado.
La Atenas de Pericles nos legó no sólo el Partenón sino también la Oración Fúnebre.
Los insectos han elegido un modo de trabajo lineal y previsible: primero buscan el beneficio material y la seguridad, y luego es de presumir que disfrutan de su premio.
El ser humano es diferente. Desarrolla teoremas matemáticos en ciudades sitiadas, produce argumentos metafísicos en celdas de condena perpetua, escribe bromas en mortajas, discute el último poema mientras avanza sobre las puertas de Quebec y enrula su cabello en las Termópilas.
Esto no es una excepción: es nuestra naturaleza.
—C.S. Lewis, sermón predicado en la Iglesia de St. Mary the Virgin en Oxford,
Septiembre de 1939
lunes, 26 de febrero de 2007
"... a los niños se les debe enseñar a aprender"
Fundador del famoso Media Lab en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Nicholas Negroponte es una autoridad en materia digital.
Hace tres años renunció a su trabajo en el MIT para dedicarse a su proyecto "Un computador por niño", con el que espera repartir notebooks con un costo cercano a los US$ 140, a niños de países del mundo en desarrollo. Es uno de los proyectos más desafiantes y revolucionarios en materia de tecnología y educación.
Viene a Davos hace 25 años, incluso tiene una casa en el pueblo de al lado, Klosters-Serneus. Esta vez ha montado un "show room" para sus famosos laptops, y tiene maratónicas citas con presidentes y empresarios de todo el mundo para expandir su proyecto.
En medio de la vorágine, y rodeado de sus pequeñas y hermosas computadoras blancas, habló con "El Mercurio".
-¿Por qué decidió abandonar su Media Lab para lanzarse a esta aventura?
"En el Media Lab partimos de cero y llegamos a 500 personas. Muchas de nuestras ideas, que eran diferentes y experimentales, fueron adoptadas masivamente. En un momento ya no se trataba de crear cosas, sino de seguir una agenda".
"Un proyecto nuestro fue sobre los niños y el aprendizaje. Tecnológica e intelectualmente estábamos en un punto en que podíamos hacer realidad un laptop para cada niño. Como yo conocía a todos los gerentes y mucha gente había leído "Being Digital" ("Ser digital", Editorial Atlántida, $11.500) estábamos en una posición única para lograrlo. Cinco nos fuimos del Media Lab a fundar 'One laptop per child'. Es una organización sin fines de lucro y el último tiempo lo hemos invertido en concebir y construir el 'computador de US$ 100'".
-¿Por qué decidió hacerlo en este momento de su vida?
"Era lo correcto: no necesito ganar dinero ni verme a mí mismo, no estoy preocupado de mi carrera. Es más fácil, para el objetivo moral de esto, estar muy claro con lo anterior. Entonces, cuando hablo con un jefe de estado, no hay ambigüedad, no estoy haciéndolo para ganar fama o riqueza o vender computadores".
-¿Qué pasa con los niños frente al computador? ¿Cuál es el impacto?
"El niño está mucho mas motivado a explorar, puede crear y construir más. Me decepciono cuando veo que en los colegios les enseñan 'PowerPoint' o 'Excel'. Esas son aplicaciones y ellos no deben ser expertos en computadores, a ellos se les debe enseñar a aprender. El computador es la mejor manera de lograrlo".
"El computador no es una herramienta, sino una extensión del niño, es un estilo de vida. Este proyecto está basado en que cada uno sea dueño del suyo, que se lo lleve, que tenga su música, sus cosas y eso captura muchas horas del día. En muchos países en desarrollo los niños en sus colegios sólo experimentan con computadores dos horas y media al día, por cinco días, y si es que tienen suerte".
-¿Cómo replicará esto por el mundo?
"Nuestra meta es que cada niño tenga uno, y no nos importa si es de los nuestros o no. Eso se logra con gran escala".
"Es como un cohete que se dispara y sale. El lanzamiento ocurre una vez que tenemos el compromiso de los gobiernos para comprarnos 5 millones de máquinas más o menos. Así gatillamos el resto del proceso, echamos a andar el motor".
-¿Cree que es una solución para sacarlos de la pobreza?
"Este es el medio más eficiente y económicamente viable de acabar con la pobreza, pero es de largo plazo. La única forma de eliminar la pobreza es con educación. No creo que sólo arreglar escuelas y entrenar a los profesores va a hacer una gran diferencia, a la velocidad que se requiere. En paralelo, debemos darles un soporte a los niños mismos. Esa es la clave".
-¿Y qué pasa con los padres?
"Cuando los niños llevan el computador a la casa, los padres se involucran, incluso van a la escuela a aprender qué pasa".
"En Camboya hicimos un experimento con niños de primer grado: el doble llegó a la escuela comparado con el año anterior. Los niños comentan entre ellos que el colegio es entretenido, los padres comenzaron a ver que había más valor en que fueran al colegio, en vez de tener a sus hijos trabajando en el campo. Es una visión muy diferente de la tecnología y la educación".
Podría llegar
-¿Por qué no lo está haciendo en Chile?
"No hemos explorado Chile, porque es un país más rico. En la región -con excepciones como Haití- no hay niveles de pobreza como en África y Asia. Pero estamos desarrollando con el BID -un gran socio nuestro- un instrumento financiero para apoyar esto en toda la región. Probablemente llegará a Chile".
-Ya que estamos en Davos, ¿qué opina de las discusiones sobre el futuro global?
"Para mi Davos siempre ha sido un lugar donde poder hablar con grandes líderes políticos y empresariales y, esta vez, sobre un 'laptop por niño'".
"La solución a otros temas que se discuten acá -como la energía, la paz, el medioambiente- incluyen a la educación. Somos parte de la agenda. Muchas veces el Foro Económico Mundial es acusado de que es sólo palabras y no acción. Nosotros somos un ejemplo de que hablamos algo aquí, lo construimos y ahora lo mostramos con mucho gusto".
-¿Cuáles son las grandes amenazas mundiales?
"Soy un optimista por definición y nunca pierdo el sueño por las preocupaciones. Para mí la mayor enfermedad mundial es el nacionalismo y eso es algo con lo que no se nace, es algo que se aprende. Creo que los niños que crezcan con acceso a internet serán inmunes -como una vacuna- al nacionalismo. Eso para mí sería la mayor contribución de la iniciativa".
EN INTERNET
One laptop per child:
www.laptop.org
Hace tres años renunció a su trabajo en el MIT para dedicarse a su proyecto "Un computador por niño", con el que espera repartir notebooks con un costo cercano a los US$ 140, a niños de países del mundo en desarrollo. Es uno de los proyectos más desafiantes y revolucionarios en materia de tecnología y educación.
Viene a Davos hace 25 años, incluso tiene una casa en el pueblo de al lado, Klosters-Serneus. Esta vez ha montado un "show room" para sus famosos laptops, y tiene maratónicas citas con presidentes y empresarios de todo el mundo para expandir su proyecto.
En medio de la vorágine, y rodeado de sus pequeñas y hermosas computadoras blancas, habló con "El Mercurio".
-¿Por qué decidió abandonar su Media Lab para lanzarse a esta aventura?
"En el Media Lab partimos de cero y llegamos a 500 personas. Muchas de nuestras ideas, que eran diferentes y experimentales, fueron adoptadas masivamente. En un momento ya no se trataba de crear cosas, sino de seguir una agenda".
"Un proyecto nuestro fue sobre los niños y el aprendizaje. Tecnológica e intelectualmente estábamos en un punto en que podíamos hacer realidad un laptop para cada niño. Como yo conocía a todos los gerentes y mucha gente había leído "Being Digital" ("Ser digital", Editorial Atlántida, $11.500) estábamos en una posición única para lograrlo. Cinco nos fuimos del Media Lab a fundar 'One laptop per child'. Es una organización sin fines de lucro y el último tiempo lo hemos invertido en concebir y construir el 'computador de US$ 100'".
-¿Por qué decidió hacerlo en este momento de su vida?
"Era lo correcto: no necesito ganar dinero ni verme a mí mismo, no estoy preocupado de mi carrera. Es más fácil, para el objetivo moral de esto, estar muy claro con lo anterior. Entonces, cuando hablo con un jefe de estado, no hay ambigüedad, no estoy haciéndolo para ganar fama o riqueza o vender computadores".
-¿Qué pasa con los niños frente al computador? ¿Cuál es el impacto?
"El niño está mucho mas motivado a explorar, puede crear y construir más. Me decepciono cuando veo que en los colegios les enseñan 'PowerPoint' o 'Excel'. Esas son aplicaciones y ellos no deben ser expertos en computadores, a ellos se les debe enseñar a aprender. El computador es la mejor manera de lograrlo".
"El computador no es una herramienta, sino una extensión del niño, es un estilo de vida. Este proyecto está basado en que cada uno sea dueño del suyo, que se lo lleve, que tenga su música, sus cosas y eso captura muchas horas del día. En muchos países en desarrollo los niños en sus colegios sólo experimentan con computadores dos horas y media al día, por cinco días, y si es que tienen suerte".
-¿Cómo replicará esto por el mundo?
"Nuestra meta es que cada niño tenga uno, y no nos importa si es de los nuestros o no. Eso se logra con gran escala".
"Es como un cohete que se dispara y sale. El lanzamiento ocurre una vez que tenemos el compromiso de los gobiernos para comprarnos 5 millones de máquinas más o menos. Así gatillamos el resto del proceso, echamos a andar el motor".
-¿Cree que es una solución para sacarlos de la pobreza?
"Este es el medio más eficiente y económicamente viable de acabar con la pobreza, pero es de largo plazo. La única forma de eliminar la pobreza es con educación. No creo que sólo arreglar escuelas y entrenar a los profesores va a hacer una gran diferencia, a la velocidad que se requiere. En paralelo, debemos darles un soporte a los niños mismos. Esa es la clave".
-¿Y qué pasa con los padres?
"Cuando los niños llevan el computador a la casa, los padres se involucran, incluso van a la escuela a aprender qué pasa".
"En Camboya hicimos un experimento con niños de primer grado: el doble llegó a la escuela comparado con el año anterior. Los niños comentan entre ellos que el colegio es entretenido, los padres comenzaron a ver que había más valor en que fueran al colegio, en vez de tener a sus hijos trabajando en el campo. Es una visión muy diferente de la tecnología y la educación".
Podría llegar
-¿Por qué no lo está haciendo en Chile?
"No hemos explorado Chile, porque es un país más rico. En la región -con excepciones como Haití- no hay niveles de pobreza como en África y Asia. Pero estamos desarrollando con el BID -un gran socio nuestro- un instrumento financiero para apoyar esto en toda la región. Probablemente llegará a Chile".
-Ya que estamos en Davos, ¿qué opina de las discusiones sobre el futuro global?
"Para mi Davos siempre ha sido un lugar donde poder hablar con grandes líderes políticos y empresariales y, esta vez, sobre un 'laptop por niño'".
"La solución a otros temas que se discuten acá -como la energía, la paz, el medioambiente- incluyen a la educación. Somos parte de la agenda. Muchas veces el Foro Económico Mundial es acusado de que es sólo palabras y no acción. Nosotros somos un ejemplo de que hablamos algo aquí, lo construimos y ahora lo mostramos con mucho gusto".
-¿Cuáles son las grandes amenazas mundiales?
"Soy un optimista por definición y nunca pierdo el sueño por las preocupaciones. Para mí la mayor enfermedad mundial es el nacionalismo y eso es algo con lo que no se nace, es algo que se aprende. Creo que los niños que crezcan con acceso a internet serán inmunes -como una vacuna- al nacionalismo. Eso para mí sería la mayor contribución de la iniciativa".
EN INTERNET
One laptop per child:
www.laptop.org
sábado, 17 de febrero de 2007
Neurogénesis
Confirman que las neuronas se renuevan
WASHINGTON (Reuters).- Investigadores neocelandeses y suecos lograron confirmar que el cerebro humano puede fabricar nuevas neuronas, según un estudio que hoy se publica en la revista Science.
Se sabía ya que los mamíferos, como las ratas y los ratones, crean neuronas a lo largo de su vida y existía evidencia indirecta de que los seres humanos también pueden hacerlo. Ahora, un equipo dirigido por Maurice Curtis, de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) y Peter Eriksson, de la Academia Sahlgrenska (Suecia) halló estas células que habían eludido a los investigadores con estudios de resonancia magnética en tejidos cadavéricos.
Como sucede en los animales, esas células nacen en una parte del cerebro y migran a la región donde se procesa el olfato. En el camino, maduran hasta convertirse en neuronas. En los animales, el daño cerebral genera el nacimiento de nuevas células. "El estudio proporciona sustento a esa posibilidad en el cerebro humano adulto", afirman los científicos.
Las personas poseen un cerebro más desarrollado, por lo que la búsqueda de esas células fue más compleja. En los animales, esas células nacen en el prosencéfalo y migran al centro del olfato, donde intervienen en el aprendizaje y la adaptación a nuevos olores.
Ciertos estudios demuestran que la pérdida del olfato sería una señal precoz de enfermedad cerebral degenerativa, como el Parkinson. "Este estudio es muy importante porque revela que existen neuronas en los adultos que se están regenerando constantemente", dijo Mark Baxter, de la Universidad de Oxford, Gran Bretaña.
Estos resultados abren un nuevo camino para descubrir cómo reparar daños cerebrales producidos por lesiones o enfermedades. "Ayudan a comprender la biología de las células madre es básico para estudiar la reparación cerebral en enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer, y la aparición de tumores cerebrales", señaló Sebastian Brandner, jefe de la División de Neuropatología del Instituto de Neurología del University College, de Londres.
Maggie Fox
jueves, 15 de febrero de 2007
¿Cuál es la relación entre inteligencia y sabiduría? Podemos ver claramente que no es lo mismo, pues hay personas que son inteligentes pero no son sabias. ¿Estos dos conceptos se relacionan? Y si se relacionan entre sí ¿como lo hacen?
¿Qué es la sabiduría? Consiste en saber qué hacer frente a un montón de situaciones. No estoy tratando de definirla en profundidad, sino de tener una intuición acerca del uso de la palabra. Una persona sabia será la que naturalmente sepa qué es lo correcto en cada caso.
Y el inteligente ¿no sabe que es lo correcto en cada caso? Por ejemplo, sabremos que el inteligente sabe lo que es correcto hacer cuando la maestra le pide que sume todos los números del 1 al 100? . [1]
Hay quien dice que sabiduría e inteligencia son diferentes formas de aproximación a los problemas: los sabios se aproximan a los problemas humanos, y los inteligentes a los abstractos. Pero eso no es cierto. Hay sabiduría que no tiene que ver con lo humano, por ejemplo: la sabiduría de saber cuándo cierta estructura está más próxima a colapsar que otra estructura. Y la gente inteligente es capaz de hallar respuesta a las situaciones humanas tan bien como a los problemas abstractos. (2]
Otra explicación popular es que la sabiduría proviene de la experiencia mientras la inteligencia es innata. Pero las personas no son sabias en proporción a la experiencia que han tenido. Hay otras cosas que contribuyen a la destreza además de la experiencia, tal como una disposición reflexiva, por ejemplo.
Ninguna de las explicaciones convencionales acerca de la diferencia entre inteligencia y sabiduría resiste el análisis. ¿Cuál es entonces la diferencia? Un acercamiento al uso de cada una de las palabras nos puede dar algunas pistas.
Distinciones
"Sabio" e "inteligente" son formas de decir algo que todos sabemos qué significa. La diferencia es que un "sabio" es una persona que tiene una alta calidad en su producción promedio en un tipo de situaciones, y en cambio el "inteligente" tiene una producción espectacular y sobresaliente sólo en unos pocos campos.
Si graficamos la producción de un hábil sobre un eje X/Y, será consistentemente alta y pareja, en cambio la del inteligente tendrá "picos". La inteligencia se juzga por sus picos, y la sabiduría por su promedio. Esta es la relación entre ambas: son dos sentidos diferentes en los cuales se puede observar una curva de talento.
Una persona sabia sabe qué hace en la mayoría de las situaciones, mientras que una persona inteligente sabe qué hacer en las situaciones en las que la mayoría de las personas no sabe.
Esta simple explicación permite predecir cómo podemos distinguir inteligencia de sabiduría. Los problemas humanos del tipo más común pueden resolverse con una performance continua en un alto nivel. Y parece natural que dicha performance se forma a partir de la experiencia. Pero los picos más notables sólo pueden obtener mediante cualidades raras e innatas.
Esta explicación también sugiere que la sabiduría es un concepto elusivo. Sabio significa que uno es bueno haciendo lo que sabe hacer, casi todo. Sin embargo no precisa qué cosas en particular. Toma buenas decisiones. Así como sabio no significa concretamente nada, es al mismo tiempo un compendio de varias habilidades tales como: auto disciplina, experiencia y empatía. [4]
Del mismo modo, aunque la palabra "inteligente" significa algo, nos vemos en aprietos si tenemos que definir de qué se trata la "inteligencia". Usamos la inteligencia en el sentido de habilidad: una persona que puede pensar cosas que otros no han podido. Requiere cierta predisposición innata que en si misma no es inteligencia.
One reason we tend to think of intelligence as inborn is that people trying to measure it have concentrated on the aspects of it that are most measurable. A quality that's inborn will obviously be more convenient to work with than one that's influenced by experience, and thus might vary in the course of a study. The problem comes when we drag the word "intelligence" over onto what they're measuring. If they're measuring something inborn, they can't be measuring intelligence. Three year olds aren't smart. When we describe one as smart, it's shorthand for "smarter than other three year olds."
Split
Perhaps it's a technicality to point out that a predisposition to intelligence is not the same as intelligence. But it's an important technicality, because it reminds us that we can become smarter, just as we can become wiser.
The alarming thing is that we may have to choose between the two.
If wisdom and intelligence are the average and peaks of the same curve, then they converge as the number of points on the curve decreases. If there's just one point, they're identical: the average and maximum are the same. But as the number of points increases, wisdom and intelligence diverge. And historically the number of points on the curve seems to have been increasing: our ability is tested in an ever wider range of situations.
In the time of Confucius and Socrates, people seem to have regarded wisdom, learning, and intelligence as more closely related than we do. Distinguishing between "wise" and "smart" is a modern habit. [5] And the reason we do is that they've been diverging. As knowledge gets more specialized, there are more points on the curve, and the distinction between the spikes and the average becomes sharper, like a digital image rendered with more pixels.
One consequence is that some old recipes may have become obsolete. At the very least we have to go back and figure out if they were really recipes for wisdom or intelligence. But the really striking change, as intelligence and wisdom drift apart, is that we may have to decide which we prefer. We may not be able to optimize for both simultaneously.
Society seems to have voted for intelligence. We no longer admire the sage—not the way people did two thousand years ago. Now we admire the genius. Because in fact the distinction we began with has a rather brutal converse: just as you can be smart without being very wise, you can be wise without being very smart. That doesn't sound especially admirable. That gets you James Bond, who knows what to do in a lot of situations, but has to rely on Q for the ones involving math.
Intelligence and wisdom are obviously not mutually exclusive. In fact, a high average may help support high peaks. But there are reasons to believe that at some point you have to choose between them. One is the example of very smart people, who are so often unwise that in popular culture this now seems to be regarded as the rule rather than the exception. Perhaps the absent-minded professor is wise in his way, or wiser than he seems, but he's not wise in the way Confucius or Socrates wanted people to be. [6]
New
For both Confucius and Socrates, wisdom, virtue, and happiness were necessarily related. The wise man was someone who knew what the right choice was and always made it; to be the right choice, it had to be morally right; he was therefore always happy, knowing he'd done the best he could. I can't think of many ancient philosophers who would have disagreed with that, so far as it goes.
"The superior man is always happy; the small man sad," said Confucius. [7]
Whereas a few years ago I read an interview with a mathematician who said that most nights he went to bed discontented, feeling he hadn't made enough progress. [8] The Chinese and Greek words we translate as "happy" didn't mean exactly what we do by it, but there's enough overlap that this remark contradicts them.
Is the mathematician a small man because he's discontented? No; he's just doing a kind of work that wasn't very common in Confucius's day.
Human knowledge seems to grow fractally. Time after time, something that seemed a small and uninteresting area—experimental error, even—turns out, when examined up close, to have as much in it as all knowledge up to that point. Several of the fractal buds that have exploded since ancient times involve inventing and discovering new things. Math, for example, used to be something a handful of people did part-time. Now it's the career of thousands. And in work that involves making new things, some old rules don't apply.
Recently I've spent some time advising people, and there I find the ancient rule still works: try to understand the situation as well as you can, give the best advice you can based on your experience, and then don't worry about it, knowing you did all you could. But I don't have anything like this serenity when I'm writing an essay. Then I'm worried. What if I run out of ideas? And when I'm writing, four nights out of five I go to bed discontented, feeling I didn't get enough done.
Advising people and writing are fundamentally different types of work. When people come to you with a problem and you have to figure out the right thing to do, you don't (usually) have to invent anything. You just weigh the alternatives and try to judge which is the prudent choice. But prudence can't tell me what sentence to write next. The search space is too big.
Someone like a judge or a military officer can in much of his work be guided by duty, but duty is no guide in making things. Makers depend on something more precarious: inspiration. And like most people who lead a precarious existence, they tend to be worried, not contented. In that respect they're more like the small man of Confucius's day, always one bad harvest (or ruler) away from starvation. Except instead of being at the mercy of weather and officials, they're at the mercy of their own imagination.
Limits
To me it was a relief just to realize it might be ok to be discontented. The idea that a successful person should be happy has thousands of years of momentum behind it. If I was any good, why didn't I have the easy confidence winners are supposed to have? But that, I now believe, is like a runner asking "If I'm such a good athlete, why do I feel so tired?" Good runners still get tired; they just get tired at higher speeds.
People whose work is to invent or discover things are in the same position as the runner. There's no way for them to do the best they can, because there's no limit to what they could do. The closest you can come is to compare yourself to other people. But the better you do, the less this matters. An undergrad who gets something published feels like a star. But for someone at the top of the field, what's the test of doing well? Runners can at least compare themselves to others doing exactly the same thing; if you win an Olympic gold medal, you can be fairly content, even if you think you could have run a bit faster. But what is a novelist to do?
Whereas if you're doing the kind of work in which problems are presented to you and you have to choose between several alternatives, there's an upper bound on your performance: choosing the best every time. In ancient societies, nearly all work seems to have been of this type. The peasant had to decide whether a garment was worth mending, and the king whether or not to invade his neighbor, but neither was expected to invent anything. In principle they could have; the king could have invented firearms, then invaded his neighbor. But in practice innovations were so rare that they weren't expected of you, any more than goalkeepers are expected to score goals. [9] In practice, it seemed as if there was a correct decision in every situation, and if you made it you'd done your job perfectly, just as a goalkeeper who prevents the other team from scoring is considered to have played a perfect game.
In this world, wisdom seemed paramount. [10] Even now, most people do work in which problems are put before them and they have to choose the best alternative. But as knowledge has grown more specialized, there are more and more types of work in which people have to make up new things, and in which performance is therefore unbounded. Intelligence has become increasingly important relative to wisdom because there is more room for spikes.
Recipes
Another sign we may have to choose between intelligence and wisdom is how different their recipes are. Wisdom seems to come largely from curing childish qualities, and intelligence largely from cultivating them.
Recipes for wisdom, particularly ancient ones, tend to have a remedial character. To achieve wisdom one must cut away all the debris that fills one's head on emergence from childhood, leaving only the important stuff. Both self-control and experience have this effect: to eliminate the random biases that come from your own nature and from the circumstances of your upbringing respectively. That's not all wisdom is, but it's a large part of it. Much of what's in the sage's head is also in the head of every twelve year old. The difference is that in the head of the twelve year old it's mixed together with a lot of random junk.
The path to intelligence seems to be through working on hard problems. You develop intelligence as you might develop muscles, through exercise. But there can't be too much compulsion here. No amount of discipline can replace genuine curiosity. So cultivating intelligence seems to be a matter of identifying some bias in one's character—some tendency to be interested in certain types of things—and nurturing it. Instead of obliterating your idiosyncrasies in an effort to make yourself a neutral vessel for the truth, you select one and try to grow it from a seedling into a tree.
The wise are all much alike in their wisdom, but very smart people tend to be smart in distinctive ways.
Most of our educational traditions aim at wisdom. So perhaps one reason schools work badly is that they're trying to make intelligence using recipes for wisdom. Most recipes for wisdom have an element of subjection. At the very least, you're supposed to do what the teacher says. The more extreme recipes aim to break down your individuality the way basic training does. But that's not the route to intelligence. Whereas wisdom comes through humility, it may actually help, in cultivating intelligence, to have a mistakenly high opinion of your abilities, because that encourages you to keep working. Ideally till you realize how mistaken you were.
(The reason it's hard to learn new skills late in life is not just that one's brain is less malleable. Another probably even worse obstacle is that one has higher standards.)
I realize we're on dangerous ground here. I'm not proposing the primary goal of education should be to increase students' "self-esteem." That just breeds laziness. And in any case, it doesn't really fool the kids, not the smart ones. They can tell at a young age that a contest where everyone wins is a fraud.
A teacher has to walk a narrow path: you want to encourage kids to come up with things on their own, but you can't simply applaud everything they produce. You have to be a good audience: appreciative, but not too easily impressed. And that's a lot of work. You have to have a good enough grasp of kids' capacities at different ages to know when to be surprised.
That's the opposite of traditional recipes for education. Traditionally the student is the audience, not the teacher; the student's job is not to invent, but to absorb some prescribed body of material. (The use of the term "recitation" for sections in some colleges is a fossil of this.) The problem with these old traditions is that they're too much influenced by recipes for wisdom.
Different
I deliberately gave this essay a provocative title; of course it's worth being wise. But I think it's important to understand the relationship between intelligence and wisdom, and particularly what seems to be the growing gap between them. That way we can avoid applying rules and standards to intelligence that are really meant for wisdom. These two senses of "knowing what to do" are more different than most people realize. The path to wisdom is through discipline, and the path to intelligence through carefully selected self-indulgence. Wisdom is universal, and intelligence idiosyncratic. And while wisdom yields calmness, intelligence much of the time leads to discontentment.
That's particularly worth remembering. A physicist friend recently told me half his department was on Prozac. Perhaps if we acknowledge that some amount of frustration is inevitable in certain kinds of work, we can mitigate its effects. Perhaps we can box it up and put it away some of the time, instead of letting it flow together with everyday sadness to produce what seems an alarmingly large pool. At the very least, we can avoid being discontented about being discontented.
If you feel exhausted, it's not necessarily because there's something wrong with you. Maybe you're just running fast.
Notes
[1] Gauss was supposedly asked this when he was 10. Instead of laboriously adding together the numbers like the other students, he saw that they consisted of 50 pairs that each summed to 101 (100 + 1, 99 + 2, etc), and that he could just multiply 101 by 50 to get the answer, 5050.
[2] A variant is that intelligence is the ability to solve problems, and wisdom the judgement to know how to use those solutions. But while this is certainly an important relationship between wisdom and intelligence, it's not the distinction between them. Wisdom is useful in solving problems too, and intelligence can help in deciding what to do with the solutions.
[3] In judging both intelligence and wisdom we have to factor out some knowledge. People who know the combination of a safe will be better at opening it than people who don't, but no one would say that was a test of intelligence or wisdom.
But knowledge overlaps with wisdom and probably also intelligence. A knowledge of human nature is certainly part of wisdom. So where do we draw the line?
Perhaps the solution is to discount knowledge that at some point has a sharp drop in utility. For example, understanding French will help you in a large number of situations, but its value drops sharply as soon as no one else involved knows French. Whereas the value of understanding vanity would decline more gradually.
The knowledge whose utility drops sharply is the kind that has little relation to other knowledge. This includes mere conventions, like languages and safe combinations, and also what we'd call "random" facts, like movie stars' birthdays, or how to distinguish 1956 from 1957 Studebakers.
[4] People seeking some single thing called "wisdom" have been fooled by grammar. Wisdom is just knowing the right thing to do, and there are a hundred and one different qualities that help in that. Some, like selflessness, might come from meditating in an empty room, and others, like a knowledge of human nature, might come from going to drunken parties.
Perhaps realizing this will help dispel the cloud of semi-sacred mystery that surrounds wisdom in so many people's eyes. The mystery comes mostly from looking for something that doesn't exist. And the reason there have historically been so many different schools of thought about how to achieve wisdom is that they've focused on different components of it.
When I use the word "wisdom" in this essay, I mean no more than whatever collection of qualities helps people make the right choice in a wide variety of situations.
[5] Even in English, our sense of the word "intelligence" is surprisingly recent. Predecessors like "understanding" seem to have had a broader meaning.
[6] There is of course some uncertainty about how closely the remarks attributed to Confucius and Socrates resemble their actual opinions. I'm using these names as we use the name "Homer," to mean the hypothetical people who said the things attributed to them.
[7] Analects VII:36, Fung trans.
Some translators use "calm" instead of "happy." One source of difficulty here is that present-day English speakers have a different idea of happiness from many older societies. Every language probably has a word meaning "how one feels when things are going well," but different cultures react differently when things go well. We react like children, with smiles and laughter. But in a more reserved society, or in one where life was tougher, the reaction might be a quiet contentment.
[8] It may have been Andrew Wiles, but I'm not sure. If anyone remembers such an interview, I'd appreciate hearing from you.
[9] Confucius claimed proudly that he had never invented anything—that he had simply passed on an accurate account of ancient traditions. [Analects VII:1] It's hard for us now to appreciate how important a duty it must have been in preliterate societies to remember and pass on the group's accumulated knowledge. Even in Confucius's time it still seems to have been the first duty of the scholar.
[10] The bias toward wisdom in ancient philosophy may be exaggerated by the fact that, in both Greece and China, many of the first philosophers (including Confucius and Plato) saw themselves as teachers of administrators, and so thought disproportionately about such matters. The few people who did invent things, like storytellers, must have seemed an outlying data point that could be ignored.
Thanks to Trevor Blackwell, Sarah Harlin, Jessica Livingston, and Robert Morris for reading drafts of this
¿Qué es la sabiduría? Consiste en saber qué hacer frente a un montón de situaciones. No estoy tratando de definirla en profundidad, sino de tener una intuición acerca del uso de la palabra. Una persona sabia será la que naturalmente sepa qué es lo correcto en cada caso.
Y el inteligente ¿no sabe que es lo correcto en cada caso? Por ejemplo, sabremos que el inteligente sabe lo que es correcto hacer cuando la maestra le pide que sume todos los números del 1 al 100? . [1]
Hay quien dice que sabiduría e inteligencia son diferentes formas de aproximación a los problemas: los sabios se aproximan a los problemas humanos, y los inteligentes a los abstractos. Pero eso no es cierto. Hay sabiduría que no tiene que ver con lo humano, por ejemplo: la sabiduría de saber cuándo cierta estructura está más próxima a colapsar que otra estructura. Y la gente inteligente es capaz de hallar respuesta a las situaciones humanas tan bien como a los problemas abstractos. (2]
Otra explicación popular es que la sabiduría proviene de la experiencia mientras la inteligencia es innata. Pero las personas no son sabias en proporción a la experiencia que han tenido. Hay otras cosas que contribuyen a la destreza además de la experiencia, tal como una disposición reflexiva, por ejemplo.
Ninguna de las explicaciones convencionales acerca de la diferencia entre inteligencia y sabiduría resiste el análisis. ¿Cuál es entonces la diferencia? Un acercamiento al uso de cada una de las palabras nos puede dar algunas pistas.
Distinciones
"Sabio" e "inteligente" son formas de decir algo que todos sabemos qué significa. La diferencia es que un "sabio" es una persona que tiene una alta calidad en su producción promedio en un tipo de situaciones, y en cambio el "inteligente" tiene una producción espectacular y sobresaliente sólo en unos pocos campos.
Si graficamos la producción de un hábil sobre un eje X/Y, será consistentemente alta y pareja, en cambio la del inteligente tendrá "picos". La inteligencia se juzga por sus picos, y la sabiduría por su promedio. Esta es la relación entre ambas: son dos sentidos diferentes en los cuales se puede observar una curva de talento.
Una persona sabia sabe qué hace en la mayoría de las situaciones, mientras que una persona inteligente sabe qué hacer en las situaciones en las que la mayoría de las personas no sabe.
Esta simple explicación permite predecir cómo podemos distinguir inteligencia de sabiduría. Los problemas humanos del tipo más común pueden resolverse con una performance continua en un alto nivel. Y parece natural que dicha performance se forma a partir de la experiencia. Pero los picos más notables sólo pueden obtener mediante cualidades raras e innatas.
Esta explicación también sugiere que la sabiduría es un concepto elusivo. Sabio significa que uno es bueno haciendo lo que sabe hacer, casi todo. Sin embargo no precisa qué cosas en particular. Toma buenas decisiones. Así como sabio no significa concretamente nada, es al mismo tiempo un compendio de varias habilidades tales como: auto disciplina, experiencia y empatía. [4]
Del mismo modo, aunque la palabra "inteligente" significa algo, nos vemos en aprietos si tenemos que definir de qué se trata la "inteligencia". Usamos la inteligencia en el sentido de habilidad: una persona que puede pensar cosas que otros no han podido. Requiere cierta predisposición innata que en si misma no es inteligencia.
One reason we tend to think of intelligence as inborn is that people trying to measure it have concentrated on the aspects of it that are most measurable. A quality that's inborn will obviously be more convenient to work with than one that's influenced by experience, and thus might vary in the course of a study. The problem comes when we drag the word "intelligence" over onto what they're measuring. If they're measuring something inborn, they can't be measuring intelligence. Three year olds aren't smart. When we describe one as smart, it's shorthand for "smarter than other three year olds."
Split
Perhaps it's a technicality to point out that a predisposition to intelligence is not the same as intelligence. But it's an important technicality, because it reminds us that we can become smarter, just as we can become wiser.
The alarming thing is that we may have to choose between the two.
If wisdom and intelligence are the average and peaks of the same curve, then they converge as the number of points on the curve decreases. If there's just one point, they're identical: the average and maximum are the same. But as the number of points increases, wisdom and intelligence diverge. And historically the number of points on the curve seems to have been increasing: our ability is tested in an ever wider range of situations.
In the time of Confucius and Socrates, people seem to have regarded wisdom, learning, and intelligence as more closely related than we do. Distinguishing between "wise" and "smart" is a modern habit. [5] And the reason we do is that they've been diverging. As knowledge gets more specialized, there are more points on the curve, and the distinction between the spikes and the average becomes sharper, like a digital image rendered with more pixels.
One consequence is that some old recipes may have become obsolete. At the very least we have to go back and figure out if they were really recipes for wisdom or intelligence. But the really striking change, as intelligence and wisdom drift apart, is that we may have to decide which we prefer. We may not be able to optimize for both simultaneously.
Society seems to have voted for intelligence. We no longer admire the sage—not the way people did two thousand years ago. Now we admire the genius. Because in fact the distinction we began with has a rather brutal converse: just as you can be smart without being very wise, you can be wise without being very smart. That doesn't sound especially admirable. That gets you James Bond, who knows what to do in a lot of situations, but has to rely on Q for the ones involving math.
Intelligence and wisdom are obviously not mutually exclusive. In fact, a high average may help support high peaks. But there are reasons to believe that at some point you have to choose between them. One is the example of very smart people, who are so often unwise that in popular culture this now seems to be regarded as the rule rather than the exception. Perhaps the absent-minded professor is wise in his way, or wiser than he seems, but he's not wise in the way Confucius or Socrates wanted people to be. [6]
New
For both Confucius and Socrates, wisdom, virtue, and happiness were necessarily related. The wise man was someone who knew what the right choice was and always made it; to be the right choice, it had to be morally right; he was therefore always happy, knowing he'd done the best he could. I can't think of many ancient philosophers who would have disagreed with that, so far as it goes.
"The superior man is always happy; the small man sad," said Confucius. [7]
Whereas a few years ago I read an interview with a mathematician who said that most nights he went to bed discontented, feeling he hadn't made enough progress. [8] The Chinese and Greek words we translate as "happy" didn't mean exactly what we do by it, but there's enough overlap that this remark contradicts them.
Is the mathematician a small man because he's discontented? No; he's just doing a kind of work that wasn't very common in Confucius's day.
Human knowledge seems to grow fractally. Time after time, something that seemed a small and uninteresting area—experimental error, even—turns out, when examined up close, to have as much in it as all knowledge up to that point. Several of the fractal buds that have exploded since ancient times involve inventing and discovering new things. Math, for example, used to be something a handful of people did part-time. Now it's the career of thousands. And in work that involves making new things, some old rules don't apply.
Recently I've spent some time advising people, and there I find the ancient rule still works: try to understand the situation as well as you can, give the best advice you can based on your experience, and then don't worry about it, knowing you did all you could. But I don't have anything like this serenity when I'm writing an essay. Then I'm worried. What if I run out of ideas? And when I'm writing, four nights out of five I go to bed discontented, feeling I didn't get enough done.
Advising people and writing are fundamentally different types of work. When people come to you with a problem and you have to figure out the right thing to do, you don't (usually) have to invent anything. You just weigh the alternatives and try to judge which is the prudent choice. But prudence can't tell me what sentence to write next. The search space is too big.
Someone like a judge or a military officer can in much of his work be guided by duty, but duty is no guide in making things. Makers depend on something more precarious: inspiration. And like most people who lead a precarious existence, they tend to be worried, not contented. In that respect they're more like the small man of Confucius's day, always one bad harvest (or ruler) away from starvation. Except instead of being at the mercy of weather and officials, they're at the mercy of their own imagination.
Limits
To me it was a relief just to realize it might be ok to be discontented. The idea that a successful person should be happy has thousands of years of momentum behind it. If I was any good, why didn't I have the easy confidence winners are supposed to have? But that, I now believe, is like a runner asking "If I'm such a good athlete, why do I feel so tired?" Good runners still get tired; they just get tired at higher speeds.
People whose work is to invent or discover things are in the same position as the runner. There's no way for them to do the best they can, because there's no limit to what they could do. The closest you can come is to compare yourself to other people. But the better you do, the less this matters. An undergrad who gets something published feels like a star. But for someone at the top of the field, what's the test of doing well? Runners can at least compare themselves to others doing exactly the same thing; if you win an Olympic gold medal, you can be fairly content, even if you think you could have run a bit faster. But what is a novelist to do?
Whereas if you're doing the kind of work in which problems are presented to you and you have to choose between several alternatives, there's an upper bound on your performance: choosing the best every time. In ancient societies, nearly all work seems to have been of this type. The peasant had to decide whether a garment was worth mending, and the king whether or not to invade his neighbor, but neither was expected to invent anything. In principle they could have; the king could have invented firearms, then invaded his neighbor. But in practice innovations were so rare that they weren't expected of you, any more than goalkeepers are expected to score goals. [9] In practice, it seemed as if there was a correct decision in every situation, and if you made it you'd done your job perfectly, just as a goalkeeper who prevents the other team from scoring is considered to have played a perfect game.
In this world, wisdom seemed paramount. [10] Even now, most people do work in which problems are put before them and they have to choose the best alternative. But as knowledge has grown more specialized, there are more and more types of work in which people have to make up new things, and in which performance is therefore unbounded. Intelligence has become increasingly important relative to wisdom because there is more room for spikes.
Recipes
Another sign we may have to choose between intelligence and wisdom is how different their recipes are. Wisdom seems to come largely from curing childish qualities, and intelligence largely from cultivating them.
Recipes for wisdom, particularly ancient ones, tend to have a remedial character. To achieve wisdom one must cut away all the debris that fills one's head on emergence from childhood, leaving only the important stuff. Both self-control and experience have this effect: to eliminate the random biases that come from your own nature and from the circumstances of your upbringing respectively. That's not all wisdom is, but it's a large part of it. Much of what's in the sage's head is also in the head of every twelve year old. The difference is that in the head of the twelve year old it's mixed together with a lot of random junk.
The path to intelligence seems to be through working on hard problems. You develop intelligence as you might develop muscles, through exercise. But there can't be too much compulsion here. No amount of discipline can replace genuine curiosity. So cultivating intelligence seems to be a matter of identifying some bias in one's character—some tendency to be interested in certain types of things—and nurturing it. Instead of obliterating your idiosyncrasies in an effort to make yourself a neutral vessel for the truth, you select one and try to grow it from a seedling into a tree.
The wise are all much alike in their wisdom, but very smart people tend to be smart in distinctive ways.
Most of our educational traditions aim at wisdom. So perhaps one reason schools work badly is that they're trying to make intelligence using recipes for wisdom. Most recipes for wisdom have an element of subjection. At the very least, you're supposed to do what the teacher says. The more extreme recipes aim to break down your individuality the way basic training does. But that's not the route to intelligence. Whereas wisdom comes through humility, it may actually help, in cultivating intelligence, to have a mistakenly high opinion of your abilities, because that encourages you to keep working. Ideally till you realize how mistaken you were.
(The reason it's hard to learn new skills late in life is not just that one's brain is less malleable. Another probably even worse obstacle is that one has higher standards.)
I realize we're on dangerous ground here. I'm not proposing the primary goal of education should be to increase students' "self-esteem." That just breeds laziness. And in any case, it doesn't really fool the kids, not the smart ones. They can tell at a young age that a contest where everyone wins is a fraud.
A teacher has to walk a narrow path: you want to encourage kids to come up with things on their own, but you can't simply applaud everything they produce. You have to be a good audience: appreciative, but not too easily impressed. And that's a lot of work. You have to have a good enough grasp of kids' capacities at different ages to know when to be surprised.
That's the opposite of traditional recipes for education. Traditionally the student is the audience, not the teacher; the student's job is not to invent, but to absorb some prescribed body of material. (The use of the term "recitation" for sections in some colleges is a fossil of this.) The problem with these old traditions is that they're too much influenced by recipes for wisdom.
Different
I deliberately gave this essay a provocative title; of course it's worth being wise. But I think it's important to understand the relationship between intelligence and wisdom, and particularly what seems to be the growing gap between them. That way we can avoid applying rules and standards to intelligence that are really meant for wisdom. These two senses of "knowing what to do" are more different than most people realize. The path to wisdom is through discipline, and the path to intelligence through carefully selected self-indulgence. Wisdom is universal, and intelligence idiosyncratic. And while wisdom yields calmness, intelligence much of the time leads to discontentment.
That's particularly worth remembering. A physicist friend recently told me half his department was on Prozac. Perhaps if we acknowledge that some amount of frustration is inevitable in certain kinds of work, we can mitigate its effects. Perhaps we can box it up and put it away some of the time, instead of letting it flow together with everyday sadness to produce what seems an alarmingly large pool. At the very least, we can avoid being discontented about being discontented.
If you feel exhausted, it's not necessarily because there's something wrong with you. Maybe you're just running fast.
Notes
[1] Gauss was supposedly asked this when he was 10. Instead of laboriously adding together the numbers like the other students, he saw that they consisted of 50 pairs that each summed to 101 (100 + 1, 99 + 2, etc), and that he could just multiply 101 by 50 to get the answer, 5050.
[2] A variant is that intelligence is the ability to solve problems, and wisdom the judgement to know how to use those solutions. But while this is certainly an important relationship between wisdom and intelligence, it's not the distinction between them. Wisdom is useful in solving problems too, and intelligence can help in deciding what to do with the solutions.
[3] In judging both intelligence and wisdom we have to factor out some knowledge. People who know the combination of a safe will be better at opening it than people who don't, but no one would say that was a test of intelligence or wisdom.
But knowledge overlaps with wisdom and probably also intelligence. A knowledge of human nature is certainly part of wisdom. So where do we draw the line?
Perhaps the solution is to discount knowledge that at some point has a sharp drop in utility. For example, understanding French will help you in a large number of situations, but its value drops sharply as soon as no one else involved knows French. Whereas the value of understanding vanity would decline more gradually.
The knowledge whose utility drops sharply is the kind that has little relation to other knowledge. This includes mere conventions, like languages and safe combinations, and also what we'd call "random" facts, like movie stars' birthdays, or how to distinguish 1956 from 1957 Studebakers.
[4] People seeking some single thing called "wisdom" have been fooled by grammar. Wisdom is just knowing the right thing to do, and there are a hundred and one different qualities that help in that. Some, like selflessness, might come from meditating in an empty room, and others, like a knowledge of human nature, might come from going to drunken parties.
Perhaps realizing this will help dispel the cloud of semi-sacred mystery that surrounds wisdom in so many people's eyes. The mystery comes mostly from looking for something that doesn't exist. And the reason there have historically been so many different schools of thought about how to achieve wisdom is that they've focused on different components of it.
When I use the word "wisdom" in this essay, I mean no more than whatever collection of qualities helps people make the right choice in a wide variety of situations.
[5] Even in English, our sense of the word "intelligence" is surprisingly recent. Predecessors like "understanding" seem to have had a broader meaning.
[6] There is of course some uncertainty about how closely the remarks attributed to Confucius and Socrates resemble their actual opinions. I'm using these names as we use the name "Homer," to mean the hypothetical people who said the things attributed to them.
[7] Analects VII:36, Fung trans.
Some translators use "calm" instead of "happy." One source of difficulty here is that present-day English speakers have a different idea of happiness from many older societies. Every language probably has a word meaning "how one feels when things are going well," but different cultures react differently when things go well. We react like children, with smiles and laughter. But in a more reserved society, or in one where life was tougher, the reaction might be a quiet contentment.
[8] It may have been Andrew Wiles, but I'm not sure. If anyone remembers such an interview, I'd appreciate hearing from you.
[9] Confucius claimed proudly that he had never invented anything—that he had simply passed on an accurate account of ancient traditions. [Analects VII:1] It's hard for us now to appreciate how important a duty it must have been in preliterate societies to remember and pass on the group's accumulated knowledge. Even in Confucius's time it still seems to have been the first duty of the scholar.
[10] The bias toward wisdom in ancient philosophy may be exaggerated by the fact that, in both Greece and China, many of the first philosophers (including Confucius and Plato) saw themselves as teachers of administrators, and so thought disproportionately about such matters. The few people who did invent things, like storytellers, must have seemed an outlying data point that could be ignored.
Thanks to Trevor Blackwell, Sarah Harlin, Jessica Livingston, and Robert Morris for reading drafts of this
domingo, 11 de febrero de 2007
Generador termonuclear de ciclo lento
http://www.slow- motionthermonucl ear.com/pat. html
Robert Churchill MacElvain, Inventor
macelvain@gmail. com
Slow-Motion Thermonuclear Generator
Abstract
Es un sistema nuevo, útil y seguro para producir energía termonuclear a bajo costo.
Con un cátodo refractario compuesto, los núcleos de hidrógeno son particionados, alineados y comprimidos cinéticamente por un potencial eléctrico, que permite una fusión controlada productora de calor que ocurre por lo menos a la mitad de las condiciones de la fusión a ultra temperatura y densidad crítica de un armamento nuclear explosivo.
No requiere componentes inusuales o costosos, no es de construcción compleja ni requiere mover partes, no tiene estándares de precisión o procedimientos complejos, no requiere combustibles exóticos sino simplemente hidrógeno común, que está separado electrolíticamente del agua pura común a bajo amperaje, concurrente con la producción de la energía de fusión.
Se basa en la ecuación de Einstein E=mc². El invento funciona con las pautas de la física convencional, cinemática y electroquímica, y no puede ser clasificado como un aparato físicamente imposible.
No existe un sistema de energía real o teórico comparable a este por su economía, eficiencia y limpieza.
El objetivo del invento es obtener una fuente de calor y energía limpia, segura y del mismo poder que un sistema turbo-eléctiroc, grande o pequeño, para generar electricidad a bajo costo y sustentable sin emanaciones gaseosas o radiactivas, y sin una corriente de desperdicio sólido o líquido.
Robert Churchill MacElvain, Inventor
macelvain@gmail. com
Slow-Motion Thermonuclear Generator
Abstract
Es un sistema nuevo, útil y seguro para producir energía termonuclear a bajo costo.
Con un cátodo refractario compuesto, los núcleos de hidrógeno son particionados, alineados y comprimidos cinéticamente por un potencial eléctrico, que permite una fusión controlada productora de calor que ocurre por lo menos a la mitad de las condiciones de la fusión a ultra temperatura y densidad crítica de un armamento nuclear explosivo.
No requiere componentes inusuales o costosos, no es de construcción compleja ni requiere mover partes, no tiene estándares de precisión o procedimientos complejos, no requiere combustibles exóticos sino simplemente hidrógeno común, que está separado electrolíticamente del agua pura común a bajo amperaje, concurrente con la producción de la energía de fusión.
Se basa en la ecuación de Einstein E=mc². El invento funciona con las pautas de la física convencional, cinemática y electroquímica, y no puede ser clasificado como un aparato físicamente imposible.
No existe un sistema de energía real o teórico comparable a este por su economía, eficiencia y limpieza.
El objetivo del invento es obtener una fuente de calor y energía limpia, segura y del mismo poder que un sistema turbo-eléctiroc, grande o pequeño, para generar electricidad a bajo costo y sustentable sin emanaciones gaseosas o radiactivas, y sin una corriente de desperdicio sólido o líquido.
sábado, 10 de febrero de 2007
Reescribir la historia para servir al prejuicio
Bernard Lewis, "Semites and Antisemites. An Inquiry into conflict and Prejudice", W.W. Norton & Company, New York, 1999, pp. 47-49
"Recientemente una nueva doctrina se ha desarrollado en los países árabes que ha conseguido dominar la enseñanza de la historia en las escuelas y la proyección popular del pasado en los medios. Ha tenido incluso más efecto en la enseñanza académica. Según esta visión, la gran expansión árabe luego del advenimiento del Islám en el siglo séptimo, que los llevó fuera de su hogar en la Península Arábiga hacia los países del Creciente Fértil y luego hacia el Este a través de Irán a Asia Central y al oeste a través de Egipto al Norte de Africa y España no era, como se había creído anteriormente, una expansión religiosa o imperial. Era una guerra de liberación, en la que los árabes libres viviendo en Arabia rescataron a sus hermanos que eran súbditos oprimidos del imperialismo persa o romano. Para justificar esta interpretación, es necesario mantener que todos los habitante de estos países antes del advenimiento del Islám eran de hecho árabes, incluso si se los conocía por otro nombre. Había por supuesto un asentamiento considerable en las tierras fronterizas de Irak, Siria, Palestina, e incluso Egipto en los tiempos pre-islámicos, pero la amplia mayoría de los habitantes de estos países pertenecían a otros grupos étnicos y hablaban otros lenguajes. La historiografía árabe moderna les ha extendido el nombre y la identidad árabe a todas o casi todas las antiguas poblaciones semíticas en el Creciente Fértil."
"Una de estas poblaciones antiguas presentaba problemas - una que está todavía en existencia, llevando el mismo nombre, usando el mismo lenguaje, y, lo más problemático de todo, profesando la misma religión. Si los Israelitas hubieran acompañado a los Caananitas y los Fenicios y los Asirios y los Babilonios en la extinción, sin duda ellos también podrían haber sido reclamados como ancestros árabes. Pero no fue así. Su retorno en el último siglo, para reclamar la tierra de sus antepasados y disputarla con sus habitantes árabes, hizo que su adopción fuera incluso más dificultosa. Han habido varias respuestas a esta dificultad. Para algunos -especialmente aquellos influenciados por el antisemitismo europeo- los antiguos Israelitas y los judíos modernos son todos lo mismo, todos malos, y por lo tanto, bien diferentes de los árabes. Para otros, los Israelitas bíblicos y sus logros fueron de hecho auténticamente árabes, y por lo tanto no tienen relación con los judíos modernos. Algunos limitan esta negación sólo a los judíos europeos, y hacen uso de la teoría de que los judíos de Europa no son para nada descendientes de los israelitas, sino que son los descendientes de una tribu de turcos de Asia Central convertidos al judaísmo, llamados los Jázaros. Esta teoría, adelantada primero por un antropólogo austríaco en los primeros años del siglo XX, no está apoyada por absolutamente ninguna evidencia. Ha sido hace rato abandonada por todos los académicos serios del área de estudios, incluyendo aquellos en los países árabes donde la teoría de los Jázaros es usada muy poco, salvo en polémicas políticas ocasionales."
"La reescritura del pasado se realiza generalmente para conseguir objetivos políticos específicos. Al describir a la gran expansión islámica árabe en el siglo séptimo como una guerra de liberación en lugar de una guerra de conquista, los árabes pueden liberarse del cargo, incluso en el pasado distante, de imperialismo - el crimen más horrendo en el calendario político actual. Estableciendo un vínculo directo con los habitantes antiguos de sus países, pueden reforzar el orgullo nacional, y además alentar ese sentido de identidad con la patria a través de las eras que es la base del patriotismo de estilo occidental. En tiempos en que los intereses de los estados árabes toman prioridad sobre las aspiraciones pan-árabes, este es un factor importante. Finalmente, al circunvalar a los Israelitas bíblicos y reclamar parentesco con los Caananitas, los habitantes pre-Israelitas de Palestina, es posible afirmar una reivindicación histórica previa a la promesa bíblica y la posesión llevada a cabo por los judíos. Esta línea argumental es acompañada por la práctica común en los países árabes en libros de texto, museos y exhibiciones, de minimizar el rol judío en la historia antigua o, más frecuentemente, presentarlo en términos muy negativos. Algunos pocos occidentales complacientes han estado dispuestos a unirse a esos procedimientos.
"En términos académicos, separados de la política, no hay absolutamente ninguna evidencia para la afirmación de que los Caananitas eran Arabes."
"Recientemente una nueva doctrina se ha desarrollado en los países árabes que ha conseguido dominar la enseñanza de la historia en las escuelas y la proyección popular del pasado en los medios. Ha tenido incluso más efecto en la enseñanza académica. Según esta visión, la gran expansión árabe luego del advenimiento del Islám en el siglo séptimo, que los llevó fuera de su hogar en la Península Arábiga hacia los países del Creciente Fértil y luego hacia el Este a través de Irán a Asia Central y al oeste a través de Egipto al Norte de Africa y España no era, como se había creído anteriormente, una expansión religiosa o imperial. Era una guerra de liberación, en la que los árabes libres viviendo en Arabia rescataron a sus hermanos que eran súbditos oprimidos del imperialismo persa o romano. Para justificar esta interpretación, es necesario mantener que todos los habitante de estos países antes del advenimiento del Islám eran de hecho árabes, incluso si se los conocía por otro nombre. Había por supuesto un asentamiento considerable en las tierras fronterizas de Irak, Siria, Palestina, e incluso Egipto en los tiempos pre-islámicos, pero la amplia mayoría de los habitantes de estos países pertenecían a otros grupos étnicos y hablaban otros lenguajes. La historiografía árabe moderna les ha extendido el nombre y la identidad árabe a todas o casi todas las antiguas poblaciones semíticas en el Creciente Fértil."
"Una de estas poblaciones antiguas presentaba problemas - una que está todavía en existencia, llevando el mismo nombre, usando el mismo lenguaje, y, lo más problemático de todo, profesando la misma religión. Si los Israelitas hubieran acompañado a los Caananitas y los Fenicios y los Asirios y los Babilonios en la extinción, sin duda ellos también podrían haber sido reclamados como ancestros árabes. Pero no fue así. Su retorno en el último siglo, para reclamar la tierra de sus antepasados y disputarla con sus habitantes árabes, hizo que su adopción fuera incluso más dificultosa. Han habido varias respuestas a esta dificultad. Para algunos -especialmente aquellos influenciados por el antisemitismo europeo- los antiguos Israelitas y los judíos modernos son todos lo mismo, todos malos, y por lo tanto, bien diferentes de los árabes. Para otros, los Israelitas bíblicos y sus logros fueron de hecho auténticamente árabes, y por lo tanto no tienen relación con los judíos modernos. Algunos limitan esta negación sólo a los judíos europeos, y hacen uso de la teoría de que los judíos de Europa no son para nada descendientes de los israelitas, sino que son los descendientes de una tribu de turcos de Asia Central convertidos al judaísmo, llamados los Jázaros. Esta teoría, adelantada primero por un antropólogo austríaco en los primeros años del siglo XX, no está apoyada por absolutamente ninguna evidencia. Ha sido hace rato abandonada por todos los académicos serios del área de estudios, incluyendo aquellos en los países árabes donde la teoría de los Jázaros es usada muy poco, salvo en polémicas políticas ocasionales."
"La reescritura del pasado se realiza generalmente para conseguir objetivos políticos específicos. Al describir a la gran expansión islámica árabe en el siglo séptimo como una guerra de liberación en lugar de una guerra de conquista, los árabes pueden liberarse del cargo, incluso en el pasado distante, de imperialismo - el crimen más horrendo en el calendario político actual. Estableciendo un vínculo directo con los habitantes antiguos de sus países, pueden reforzar el orgullo nacional, y además alentar ese sentido de identidad con la patria a través de las eras que es la base del patriotismo de estilo occidental. En tiempos en que los intereses de los estados árabes toman prioridad sobre las aspiraciones pan-árabes, este es un factor importante. Finalmente, al circunvalar a los Israelitas bíblicos y reclamar parentesco con los Caananitas, los habitantes pre-Israelitas de Palestina, es posible afirmar una reivindicación histórica previa a la promesa bíblica y la posesión llevada a cabo por los judíos. Esta línea argumental es acompañada por la práctica común en los países árabes en libros de texto, museos y exhibiciones, de minimizar el rol judío en la historia antigua o, más frecuentemente, presentarlo en términos muy negativos. Algunos pocos occidentales complacientes han estado dispuestos a unirse a esos procedimientos.
"En términos académicos, separados de la política, no hay absolutamente ninguna evidencia para la afirmación de que los Caananitas eran Arabes."
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