martes, 13 de marzo de 2007

Sobre la naturaleza humana y los malos y buenos tiempos

Es importante ver la calamidad actual desde una perspectiva real. La guerra crea una situación que no es nueva en absoluto: simplemente agrava la situación permanente de los seres humanos, que no podemos seguir ignorando.
La vida de las personas siempre ha transcurido al borde del precipicio.
La cultura humana siempre vivió bajo la sombra de algo infinitamente más grande que ella misma. Si los hombres hubieran pospuesto la búsqueda del conocimiento y la belleza hasta que estuvieran seguros, esa búsqueda jamás habría sucedido .
Es un error comparar el presente con "la vida normal".
La vida jamás ha sido normal. Aún en los períodos en que nos parecía estar tranquilos, como en el siglo XIX, si los miramos con detenimiento encontraremos que estuvieron llenos de crisis, alarmas, dificultades, emergencias.
Siempre existieron razones plausibles para dejar de hacer cosas o de construir cultura "hasta que el inminente peligro pase" o "hasta que se haga justicia"
Pero la humanidad, desde tiempos inmemoriales, no le hio caso a las razones plausibles. Quiso tener conocimiento y belleza ahora mismo, y no se puso a esperar que llegara el momento adecuado.
La Atenas de Pericles nos legó no sólo el Partenón sino también la Oración Fúnebre.
Los insectos han elegido un modo de trabajo lineal y previsible: primero buscan el beneficio material y la seguridad, y luego es de presumir que disfrutan de su premio.
El ser humano es diferente. Desarrolla teoremas matemáticos en ciudades sitiadas, produce argumentos metafísicos en celdas de condena perpetua, escribe bromas en mortajas, discute el último poema mientras avanza sobre las puertas de Quebec y enrula su cabello en las Termópilas.
Esto no es una excepción: es nuestra naturaleza.
—C.S. Lewis, sermón predicado en la Iglesia de St. Mary the Virgin en Oxford,
Septiembre de 1939