domingo, 14 de enero de 2007

Cuatro epistemologias de la astrología


Existe una gran cantidad de debates acerca de ciencias y pseudociencias, cuál es la delimitación y si es útil o no establecer categorías en el conocimiento... y en todo caso quién las establece y con qué parámetros.

Para muestra de un interesante debate, podemos tomar la epistemología de la Astrología.

Es una de las disciplinas más antiguas de las que se tiene noticia, y pesan sobre ella variados prejuicios de orden religioso. A esto se le suman modernamente críticas desde lo académico.

Paradójicamente, la modernidad no sólo trajo legión de críticos, sino tambien legión de consumidores de los cotidianos horóscopos que vienen añadidos a los medios de difusión... que fueron inventados por Chris Carter alrededor de 1935. Para los astrólogos un horóscopo masivo es casi una herejía: la astrología tradicional necesita confeccionar la Carta Natal que es un mapa único de cada persona, y descree de los destinos prefabricados.

Abstrayéndonos de nuestra propia opinión -astrología si astrología no-, es interesante indagar si los argumentos que se emplean para disvalidarla "desde la ciencia", se han configurado siguiendo criterios científicos, o si meramente se emplea la palabra "ciencia" para encubrir un prejuicio de los críticos. Es una pequeña muestra que sirve para alertarnos de aquellas conductas que, bajo la superficie, representan la vigencia de viejos vicios humanos, tales como el autoritarismo y la ignorancia... aunque revestidos de su correspondiente ropaje de academicismo.

Para esto los invito a leer un artículo en el cual una astróloga analiza las críticas de los científicos a la astrología, y a realizar una crítica al respecto.

La autora: Silvia Ceres http://www.gente-de-astrologia.com.ar
¿Es cierto que la Inquisición pertenece a otra época de la humanidad? En este artículo, una astróloga analiza cómo se filtran las ideas autoritarias en el pensamiento científico.

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1. Paul Feyerabend (1924/1994)(fue un)filósofo austriaco de la ciencia, su mente inquieta y curiosa lo lleva a estudiar distintas materias: arte, historia, sociología, física. En una primera etapa de su obra, sigue los lineamientos del positivismo [1] del Círculo de Viena. Posteriormente, luego de estudiar con Popper en Inglaterra, inaugura una época racionalista [2]. En 1959 encara una revisión crítica del empirismo [3] para llegar a fines del 60 a un pluralismo teórico buscando el mayor número posible de hipótesis alternativas. A partir de ese momento abrazará un relativismo [4] que lo llevará a sostener que la ciencia sufre cambios pero no progreso, hasta acuñar el concepto de Inconmensurabilidad o teorías científicas disjuntas en tanto pertenecen a universos conceptuales incompatibles e intraducibles entre sí.

En su libro La ciencia en una sociedad libre [5], dedica un capítulo al “extraño caso de la Astrología”. Comenta allí un artículo de la revista Humanist de 1975 donde 186 destacados científicos de distintas áreas -incluidos 18 Premios Nobel- se declaran en contra de la Astrología.

A continuación compara la redacción de este manifiesto con una bula papal de 1484, encontrando un tono semejante de escandalizada preocupación porque amplias capas de la población creen en teorías desviadas de la “verdad”, es decir, del pensamiento oficial de la iglesia o la ciencia. Señala que Inocencio VIII conoce mejor la brujería que los científicos contemporáneos la Astrología.

A partir de allí su crítica toma dos carriles:
1 – Cuando un periodista de la BBC intenta entrevistar alguno de esos 186 científicos para profundizar sobre el tema del manifiesto avalado por ellos, todos se niegan diciendo que nunca habían estudiado Astrología e ignoraban sus argumentos.
2 – Enuncia una serie de investigaciones científicas de última generación que demuestran la incidencia de la actividad solar, lunar y planetaria en la alteración de procesos biológicos y químicos.


Finalmente, efectúa una crítica a los astrólogos por la carencia de inquietudes para llevar adelante investigaciones que permitan entrelazar conceptos tradicionales de su disciplina con la información que aportan los descubrimientos técnicos.


2. Theodor Adorno (1903/1969), filósofo, sociólogo y musicólogo alemán. Su obra gira alrededor de la tesis de que la libertad debe ir unida a la ilustración, pero ésta a su vez debe ser sometida periódicamente a una crítica exhaustiva a fin de no caer en la despersonalización, peligro que surge de la tentación de subordinar el individuo al criterio de cálculo y utilidad.Adorno escribe Bajo el signo de los astros [6], texto en el cual analiza el contenido del horóscopo publicado por “Los Angeles Times”, entre noviembre de 1952 y febrero de 1953.

Sostiene que pese a los argumentos “científicos” que emplean los astrólogos básicamente se limitan a ser una correa trasmisora de los valores dominantes de la sociedad. Bajo el pretexto del modelo autoritario de la dependencia humana a las posiciones planetarias, generan la dependencia al sistema hegemónico.

3. Roland Barthes (1915/1980), crítico y lingüista francés. En su libro Mitologías [7] aborda los valores culturales (publicidad, turismo, automóvil, horóscopo) que elevados a mitos sirven para mantener la visión burguesa del mundo.
Así desde su perspectiva el horóscopo, lejos de abrir al universo del ensueño y la ilusión, duplica el mundo real dividido en compartimientos estancos: trabajo, hogar, vida sentimental.

De manera que el destino no altera grandemente la rutina cotidiana, en tanto sólo advierte sobre el riesgo de padecer un poco más de nerviosismo o aconseja tolerancia ante los pequeños inconvenientes del día a día.
Concluye afirmando que la Astrología es la literatura del mundo burgués, en tanto nombra o describe la realidad sin cuestionarla ni desmitificarla.

4. Zygmunt Bauman (1925), sociólogo polaco cuyo eje de reflexión se centra en lo que denomina “modernidad líquida”, un modelo contrapuesto al de la “modernidad sólida” que caracterizó el pensamiento del siglo XIX y más de la mitad del XX.
Según Bauman, la llamada post modernidad es un universo fluido, inestable, inasible, carente de formas y objetivos. De forma tal que lo importante no es el concepto de “post” como aquello que está más allá de la modernidad, sino el cambio en la percepción de la consistencia del mundo en que vivimos.
En su libro Amor líquido “…los astrólogos de eras pasadas solían decirles a sus clientes lo que el destino inexorable, inapelable e implacable les deparaba, sin importar lo que hicieran o dejaran de hacer. Los expertos de nuestra modernidad líquida muy probablemente responsabilizarán a sus desconcertados y perplejos clientes.
Los consultantes verán entonces que sus angustias remiten a sus acciones e inacciones y deberán buscar los errores de su proceder: insuficiente autoestima, desconocimiento de sí mismos, conductas negligentes, apego exagerado a antiguas rutinas, lugares o personas, falta de entusiasmo por el cambio y reticencia a éste una vez que se ha producido. Los consejeros recomendarán más amor propio, seguridad y cuidado de uno mismo y sugerirán a sus clientes que presten mayor atención a su capacidad interior para el goce y el placer, así como menos “dependencia” de los otros, menos atención a las exigencias y mayor distancia y frialdad al calcular pérdidas y ganancias. De ahí en más el cliente deberá preguntarse con mayor frecuencia “¿me sirve de algo?” y exigir con mayor determinación de sus parejas y del resto que le den “más espacio”, es decir, que se mantengan a distancia y que no esperen ingenuamente que los compromisos alguna vez contraídos valgan perpetuamente.”

Cuatro enfoques, cuatro opiniones, algunas afirmaciones para incorporar al campo de la reflexión y otras al de la discusión.



Viene al caso recordar a Michel Gauquelin, aquel investigador que por los años 40 del siglo pasado resolvió utilizar la estadística para desenmascarar lo que designó “las patrañas astrológicas”.

Para ello seleccionó 25.000 datos de nacimiento que organizó de acuerdo a profesiones: escritores, deportistas, militares, médicos, científicos. Luego de una ardua tarea, descubrió que las indicaciones astrológicas referidas a la vocación se cumplían ampliamente, muy por encima de la media esperada de acuerdo al cálculo de probabilidades.

Sus conclusiones fueron descalificadas arbitrariamente por el mundo científico que ni siquiera cuestionó alguna posible falla metodológica.
Los astrólogos recibieron con indiferencia las estadísticas de Gauquelin. Hasta hoy pocos conocen sus investigaciones y muchos menos aún siguieron el sendero de cruzar los conceptos astrológicos con conocimientos propios de otras disciplinas.

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